Otra cosa es con guitarra...



El 24 de Diciembre de 1988, un regalo de proporciones gigantes me esperaba bajo el árbol de Navidad. Y yo, como cualquier niña de ocho años, estaba totalmente absorta mirando esa gran caja, imaginando que en  su interior estaba la muñeca Rosalba, (de moda por aquel entonces) o quizás la Casa de Barbie que tanto ansiaba o,  ya con un poco menos de alegría, creía  que adentro podría estar el último Atari disponible en el mercado (lo de "un poco menos de alegría" era porque si el regalo consistía en el atari, debía compartirlo con mi hermana, que en aquel entonces tenía dos odiosos años)

Pero... ¡OH! Mi sorpresa fue gigante, cuando, a medianoche, comencé a romper ansiosa el papel de regalo, desarmé la caja casi por completo y voilá... 

No había muñeca Rosalba, ni la casa de Barbie, ni el atari (éste llegaría la Navidad siguiente) Adentro de la misteriosa caja había una guitarra acústica, marca Tizona y, según los entendidos, de las mejores que se han fabricado. El sueño de mis padres era que yo aprendiera a tocar la guitarra, así que en Marzo, de vuelta al colegio (ya saben amigos españoles que nuestros hemisferios están cambiadísimos, jeje) mi madre me inscribió en el taller extraprogramático de "Guitarra y folclore nacional"  

Comencé bien entusiasmada porque las dos primeras clases fueron teoría y aprender uno que otro acorde. Pero mis problemas partieron cuando debí tomar la guitarra entre mis brazos y sacarle el primer rasgueo... 

¡SOY ZURDA! Ya es complicado para mi tomar un lápiz, imagínense una guitarra... El profesor dijo que no habría problema, tan sólo debíamos dar vuelta las cuerdas del instrumento... Aún así, me costaba mucho poner las manos en la posición correcta para dar con las notas, además, mis brazos eran pequeños y la guitarra, pues muy grande... 
Pero como soy testaruda, me quedé en el curso dos meses más y,  a punta de sudor y lágrimas literalmente aprendí dos canciones, me di por satisfecha, y me fui de ahí. Me cambié al taller de cocina (y no me pregunten por esa área porque tampoco se cocinar)

La guitarra se guardó y cuando mi hermana creció, pues la idea era que ella la dominara. Pero nunca le prestó atención y la pobre Tizona quedó relegada en un rincón del clóset a la espera de que alguien le sacara vida, color y música a sus viejas cuerdas. 

Y hace unos días, sólo por jugar, mi hermana rescató la guitarra de su encierro obligado, y no se, quizás el ambiente festivo/patriótico de aquellos días (la semana pasada fueron nuestras fiestas patrias) o quizás el exceso de vino tinto, pero me dieron ganas de aprender... 

Y me dije, "Si hace un año no sabía nada de francés, y ahora que lo estoy aprendiendo me encanta y lo hago bien, ¿por qué no intentar con la guitarra?"

Me gusta tanto la música, me gusta tanto escribir, quién sabe, quizás si aprendo consiga otra forma para expresarme, para hacer catarsis... Además, ¡tan desafinada no soy!





2 Oh la lás por aquí:

Eva dijo...

Aunque no sepas tocar la guitarra en la foto te sienta genial :-)

Nat dijo...

jajajaj, gracias E, esperemos que si algún día aprendo a tocar, me siente igual!