Me tomó meses ver ésta película... Estaba entre mis “pendientes”, básicamente porque soy una gran admiradora de Edith Piaf y, me temía, (así como me temo con la versión en celuloide de “El amor en los tiempos del cólera”) una desilusión de niveles catastróficos.
Lo positivo es que la he visto en la tranquilidad de mi hogar. Porque hoy por hoy para mi, asistir al cine no es una actividad muy agradable. Tanto bullicio, gente maleducada e inculta que no apaga los celulares, me cuesta concentrarme si delante de mío hay personas comiendo palomitas de maiz, niños pequeños dando vueltas, etc. Llámenme odiosa, vieja chica o lo que quieran, pero para mi una película es un disfrute, un viaje hacia un mundo privado que el director y/o guionista desea compartir conmigo, y a mi me gusta darle la importancia que merece. Y mi agradecimiento pasa por verla tranquila, concentrada. En realidad, no sólo verla, sino que, absorverla.
Y eso me pasó con “La Môme”:
Su estructura narrativa está llena de saltos y elipsis. Recursos cinematográficos muy válidos y muy bien usados por el director, a la hora de contar los hechos más importantes que marcaron la vida y por supuesto la obra, de una de las voces más importantes de la canción de todos los tiempos. La Piaf pequeña, la Piaf veinteañera, la Piaf con reuma a los 44 años.
Es un ir y venir de flashbacks y raccontos, que nos entregan las claves para comprender las razones que hay detrás del genio de Edith Piaf; las situaciones y circunstancias que han forjado su carácter caprichoso, iracundo pero extremadamente seductor...
Es un viaje sin retorno a lo más hondo de la existencia del "Gorrión de Francia" a las miserias vivídas y a la fortaleza construida a punta de esfuerzo y talento.
El director, a mi juicio muy intuitivo, ha decidido centrarse exclusivamente en la vida familiar y romántica de Edith, obviando un poco el contexto histórico de la Francia de la preguerra y una Europa convulsionada por la ocupación nazi, enfocándose en las carencias afectivas y la desatada pasión de “La Môme” por el boxeador Marcel Cerdan, cuyo trágico desenlace está preciosamente retratado acá. Para mi, es uno de los minutos más importantes y de mayor fuerza melodramática de toda la película.
Son pequeños episodios; tan bien escogidos, perfectamente resumidos, momentos que marcaron la vida de Edith Piaf, llevándola a transformarse en una mujer de una conducta moral endeble a veces, e independiente y segura otras.
Son más de dos horas de París, de callejuelas angostas, oscuras, húmedas. Son más de dos horas de burdeles de mala muerte, de putas, de alcohol, de drogas. Pero también de alegría, de música. Y qué música…
Mención aparte merece la interpretación de la actriz Marion Cotillard en el rol de Edith Piaf. Ha sido un salto al vacío absoluto. O lo hace bien, o lo hace mal. Y lo ha hecho sencillamente espectacular. Con un personaje como Piaf no hay tintas medias. Y Cotillard ha sabido llenar el espacio, adoptar las formas y posturas, apoderarse de los gestos, las miradas, las muecas y los tics de la Piaf con una facilidad y una naturalidad realmente deslumbrantes. Canta, grita, llora, se desespera y nos desespera, transmite. La composición del personaje parece a ratos fantasmal, es como si la propia Edith hubiera estado en el plató.
La hora avanza y la ansiedad del espectador también.
Me he involucrado con ella.
Le he tomado cariño a ese cuerpo pequeño, furioso y adicto a la morfina.
Aumentan mis pulsaciones al oírla cantar “Je ne regrette rien” en el Olympia.
Edith nos deja, mientras su canción la inmortaliza.
Porque cuando muere la mujer, nace la leyenda.
Y eso me pasó con “La Môme”:
Su estructura narrativa está llena de saltos y elipsis. Recursos cinematográficos muy válidos y muy bien usados por el director, a la hora de contar los hechos más importantes que marcaron la vida y por supuesto la obra, de una de las voces más importantes de la canción de todos los tiempos. La Piaf pequeña, la Piaf veinteañera, la Piaf con reuma a los 44 años.
Es un ir y venir de flashbacks y raccontos, que nos entregan las claves para comprender las razones que hay detrás del genio de Edith Piaf; las situaciones y circunstancias que han forjado su carácter caprichoso, iracundo pero extremadamente seductor...
Es un viaje sin retorno a lo más hondo de la existencia del "Gorrión de Francia" a las miserias vivídas y a la fortaleza construida a punta de esfuerzo y talento.
El director, a mi juicio muy intuitivo, ha decidido centrarse exclusivamente en la vida familiar y romántica de Edith, obviando un poco el contexto histórico de la Francia de la preguerra y una Europa convulsionada por la ocupación nazi, enfocándose en las carencias afectivas y la desatada pasión de “La Môme” por el boxeador Marcel Cerdan, cuyo trágico desenlace está preciosamente retratado acá. Para mi, es uno de los minutos más importantes y de mayor fuerza melodramática de toda la película.
Son pequeños episodios; tan bien escogidos, perfectamente resumidos, momentos que marcaron la vida de Edith Piaf, llevándola a transformarse en una mujer de una conducta moral endeble a veces, e independiente y segura otras.
Son más de dos horas de París, de callejuelas angostas, oscuras, húmedas. Son más de dos horas de burdeles de mala muerte, de putas, de alcohol, de drogas. Pero también de alegría, de música. Y qué música…
Mención aparte merece la interpretación de la actriz Marion Cotillard en el rol de Edith Piaf. Ha sido un salto al vacío absoluto. O lo hace bien, o lo hace mal. Y lo ha hecho sencillamente espectacular. Con un personaje como Piaf no hay tintas medias. Y Cotillard ha sabido llenar el espacio, adoptar las formas y posturas, apoderarse de los gestos, las miradas, las muecas y los tics de la Piaf con una facilidad y una naturalidad realmente deslumbrantes. Canta, grita, llora, se desespera y nos desespera, transmite. La composición del personaje parece a ratos fantasmal, es como si la propia Edith hubiera estado en el plató.
La hora avanza y la ansiedad del espectador también.
Me he involucrado con ella.
Le he tomado cariño a ese cuerpo pequeño, furioso y adicto a la morfina.
Aumentan mis pulsaciones al oírla cantar “Je ne regrette rien” en el Olympia.
Edith nos deja, mientras su canción la inmortaliza.
Porque cuando muere la mujer, nace la leyenda.
7 Oh la lás por aquí:
No la he visto!!!! Pero la tengo pendiente, aunque sin ni bajar siquiera! Eso sí, Marion Cotillard es una tía que me da como repelus!!! Pero si tu dices que lo hace bien aquí, te creo :)
Un beso
La verdad es que a Marion Cotillard es la primera vez que la veo, ni idea quién es, qué otros papeles ha hecho, rien de rien
Acá está magistral, eso sin duda!
Bisou
Que bonito homenaje!
¿Nos ha pensado dedicarte a ser crítico cinematográfico? :)
A mi me gusta "La Vie En Rose" que no se por qué pero me evoca a Francia y a la nostalgia...
Sí hombre,la conocías de antes fijo, sale tambien en Big Fish y en Largo Domingo de noviazgo ( de jean pierre jeunet),
Yo la primera vez que la vi fue en "Quiéreme si te atreves"(Jeux d'enfants) y ya la cogí manía para los restos!!
mmua mmua
miña nai!!! soy una autentica inculta, no he visto ni una de las pelis!!!
Os lo juro pongo la mula en marcha ahora mismo, para poder hablar con propiedad!
Un beso
Hola Nat!
Me ha gustado mucho tu post. He pasado a saludarte y a decrite que hoy o mañana actualizo, y que me perdones por la tardanza. Besos!
Me encanta Edith Piaf! A veces mis gustos musicales me han hecho pensar que soy raro...pero ahora ya veo que no.
Saludos!!!
Hola Abúlico: Muchas gracias, y que sepas que no eres el "unico" raro
que a mi Edith Piaf me gusta como desde los 10 años...
Tranqui, que no te apuro, toma tu tiempo y te leeremos
Un besito
Publicar un comentario