Contra todo pronóstico, y tras la insistencia de amigos, colegas y familia; terminé visitando a un siquiatra. A pesar de mis aprensiones, dudas, prejucios y burlas hacia este tipo de profesionales, debo reconocer que fue una grata sorpresa. Se trata de una mujer, muy guapa y con excelente gusto para vestirse (lo que derribó mi propio mito que los siquiatras se esconden tras enormes lentes y batas blancas) sumándole cien puntos en mi lista de "pros a los siquiatras". Es una persona cálida, sonríe tiernamente y me escuchó (bueno, para eso le estoy pagando) y comprendió (eso creo) a la perfección. Me brindó confianza, y en dos segundos sacó una radiografía completísima a mi personalidad. Después de oírme y observar detenidamente cada uno de mis gestos y movimientos, habló de cosas que yo acá ya he mencionado: no ser tan dura conmigo misma, ni tan culposa ni autoexigente, ser un poquitín más condescendiente, no ser tan soñadora, sólo en la justa medida, pero sobre todo, desacelerarme. Claro, probablemente ella me dijo... "bien Natalia, qué es lo que te trae por acá" y yo me largué hablando e intentando resumir en diez minutos todo lo que me ha llevado a este momento los últimos tres o cuatro años de mi vida (todo un record para mi, con lo que me gusta hablar....)
Fue bueno darme cuenta que no estoy tan mal como pensaba, pero que si necesito el reposo del que todos hablaban y que necesito concentrarme en mi, y en mis intereses. Dejar de sufrir por los problemas de los demás, dejar de querer (aunque eso toma tiempo) a quien ya no me quiere y dejar de soñar con cosas que no van a suceder.
Mi cerebro racional lo asume, comprende y asimila, pero es a mi cerebro emocional a quien le está costando un poco entender todo eso. Nuevamente, tiempo al tiempo. Están en guerra declarada, y necesito que hagan las paces, o de verdad me volverán loca.
Tengo que aprender a cultivar la paciencia, a no quererlo todo YA! y todo perfecto, porque eso no existe. Debo aceptarme con mis cualidades e imperfecciones, y sobre todo, no debo ilusionarme en vano, porque precisamente fue eso lo que me llevó a esta crisis, el querer algo con tantas ganas, y creer en alguien sin cuestionamientos, para luego sentir y sufrir las decepciones que he venido sintiendo desde hace un tiempo. Pero como de todo se aprende, a la única persona a quien tengo que darle una segunda oportunidad es a mí misma.
El diagnóstico de la doctora fue muy exacto: "Trastorno angustioso con episodios depresivos y de pánico"
Ahora ya no soy más Nat Clonazepam, desde ahora en adelante pueden llamarme Señorita Ravotril, mi más reciente aliado contra la ansiedad. Bueno, al menos durante los veinte primeros días de tratamiento. Luego iremos viendo con mi nueva mejor amiga, la "Siquiatra fashionista" que iremos haciendo para ser otra vez la Natalia de antes. Además de ese antidepresivo, tengo que tomar todas las mañanas uno llamado Lexapro, para controlar las crisis de pánico y la ansiedad generalizada. Y si la cosa se pusiera mal, lo que dudo, (pero ya ven, yo que dije que nunca visitaría a un siquiatra...) si la cosa se pusiera mal, tengo que ingerir una dosis de ravotril sublingual, de esos que pones bajo la lengua y dejas deshacer. Tiene casi el mismo efecto que el clonazepam, pero en menor miligramaje, así que espero no estar aturdida todo el día, además será sólo en caso de urgencia, y la verdad, que por ahora estoy sintiéndome mucho mejor. Tengo dieciséis días de descanso, me recomendó dormir mucho, porque necesita, para continuar el tratamiento, que mi cuerpo se ajuste a su rutina anterior y sobretodo, necesita que sonría. Si ella lo dice.... tendré que sonreír. Jajaja, no, ésta vez lo hago por mí. Espero que la próxima vez que nos veamos, me diga "Estás de alta Natalia, no me necesitas más" Realmente lo espero. (Ven, ya estoy toda ansiosa por terminar este tratamiento y aún no llevo ni una semana....) Niña mala, muy mala.
0 Oh la lás por aquí:
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